
No hay nada que reprocharle a este Knizia. La mecánica es buena. El tema se vive. La curva de dificultad conforme avanza el juego es una exponencial perfecta [dime quién no llega a Ella-Laraña pero dime quién consigue tirar el anillo!].
El gozo de ganar la partida es épico, precisamente porque el sabor de la derrota fué tantas veces sentido como justo y coherente.
Es el típico juego que comprarían los niños bajo la desconfiada mirada de los adultos y acabarían gozando los adultos, bajo la despagada cara de los niños. Comprádlo si sois adultos copón!
*La pieza de Sauron, en la edición que toca, también mola lo suyo...
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